Había dado tantos saltos en vano. El corazón lastimado,
podrido en desengaños y cobardías aun guardaba un espacio de calma, que de vez
en cuando salía flote. Solo cada vez que el pensamiento hablado de él
atravesaba los pensamientos reales en los que ella viajaba y la devolvía a la
vida mundana, la traía de fuera de ese
universo infeliz que había creado en su subconsciente y en su consciente.
“Jamás le dije te quiero a alguien, ni si quiera a mí misma,
cada vez que mi reflejo es visto por mis ojos, se produce un extraño e
involuntario rechazo a la contemplación. Las emociones siempre se me mezclaron
con un auto intento de suicidio cerebral. He rechazado todo tipo de
convencionalismos toda mi vida, el contacto afectivo me repudia, pero no porque
lo anhele, sino porque me acostumbré. Él, no sé qué clase de naturaleza extraña
posee, que me incita a descubrir cada parte de su espíritu, y me ando
preguntando de qué color serán sus ojos al atardecer, o que tan rápido latirá
su corazón . Me pregunto qué se sentirá decir “te quiero”, porque si debiera
admitirlo alguna vez, él sería el único ser al que se lo diría con una verdad
tan pura, con el sentimiento más profundo, con el sincero significado de lo que
suena, un te quiero, no un amor, sino más bien un deseo. Un deseo propio de lo
humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario